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Vinculan a bebidas gaseosas con aumento de casos de diabetes y enfermedades cardíaca



El consumo excesivo de bebidas azucaradas sigue siendo un factor crítico en la creciente prevalencia de enfermedades crónicas en todo el mundo, según un estudio reciente liderado por la Universidad Tufts en Boston y publicado en Nature Medicine. La investigación estima que cada año estas bebidas podrían estar relacionadas con 2,2 millones de nuevos diagnósticos de diabetes tipo 2 y 1,2 millones de nuevos casos de enfermedad cardiovascular. Los datos, aunque significativos, vienen acompañados de advertencias sobre sus limitaciones y la necesidad de interpretarlos con cuidado.


La investigación destaca las regiones más afectadas, con América Latina y África subsahariana enfrentando algunas de las tasas más altas de incidencia. En Colombia, hasta el 48% de los nuevos casos de diabetes se atribuyen al consumo de bebidas azucaradas, mientras que en México, esta cifra asciende a casi un tercio. Sudáfrica también presenta cifras, con el 27,6% de los nuevos casos de diabetes y el 14,6% de las enfermedades cardiovasculares vinculados a estas bebidas. Según los autores, las bebidas azucaradas, que incluyen refrescos, jugos endulzados, ponches y limonadas, son especialmente problemáticas en países de ingresos bajos y medios, donde suelen comercializarse intensamente y las comunidades están menos equipadas para manejar las consecuencias a largo plazo.



El profesor Dariush Mozaffarian, autor principal del estudio, enfatizó que las bebidas azucaradas provocan picos de azúcar en sangre al ser rápidamente digeridas. Este efecto, cuando se mantiene en el tiempo, puede llevar al aumento de peso, resistencia a la insulina y un mayor riesgo de diabetes tipo 2. La dietista Erin Palinski-Wade, quien no participó en la investigación, confirmó que estas bebidas son una fuente principal de azúcar añadido en la dieta, lo que facilita su consumo en exceso debido a su baja capacidad para generar saciedad. Esto, explicó, contribuye a un incremento en la grasa visceral, un factor clave en el desarrollo de diabetes y enfermedades cardiovasculares.


Los investigadores subrayan que el estudio es observacional y no prueba causalidad directa. Esto significa que, si bien hay una fuerte asociación entre el consumo de estas bebidas y las enfermedades mencionadas, no se puede afirmar que sean la única causa. Un portavoz de la Asociación Estadounidense de Bebidas expresó preocupaciones sobre las limitaciones metodológicas del estudio, argumentando que no considera otros factores ambientales y de estilo de vida. No obstante, reconoció que reducir el consumo de azúcar es una meta clave para la industria, que ya trabaja en desarrollar opciones con menos o sin azúcar.



Los autores del estudio instan a adoptar un enfoque múltiple para combatir el problema, que incluye campañas de salud pública, regulaciones sobre la publicidad de estos productos e impuestos específicos. México, por ejemplo, implementó un impuesto a las bebidas azucaradas en 2014, con resultados positivos en la reducción del consumo. Sin embargo, Laura Lara-Castor, primera autora del estudio, advirtió que aún queda mucho por hacer, especialmente en regiones como América Latina y África, donde las consecuencias para la salud son más severas.


Mozaffarian enfatizó la importancia de intervenciones urgentes y basadas en evidencia para frenar el consumo de bebidas azucaradas a nivel global. Más allá de su impacto en enfermedades crónicas, también señaló cómo el marketing agresivo de estas bebidas exacerba el problema en comunidades vulnerables. Reducir su consumo no solo mejoraría la salud de millones de personas, sino que también aliviaría la presión sobre los sistemas de salud, particularmente en los países más afectados.


La investigación fue financiada por entidades como la Fundación Gates, la Asociación Americana del Corazón y el Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología de México. Con estos resultados, los expertos esperan que más países adopten medidas efectivas para combatir el consumo excesivo de estas bebidas y minimizar su impacto en la salud pública.



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