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“Si mi hija puede estudiar, ¡yo también!”, migrante se gradúa en la UNAM sin salir de EE.UU.



Hasta hace muy poco, cuando todos iban a dormir, la lámpara de la recámara matrimonial de Luis Fernando Juárez se encendía. Era la hora de estudiar y no había otro espacio para hacerlo en la pequeña casa de este migrante mexicano en Atlanta.


El silencio de las horas de sueño de la mayoría de personas en la ciudad hacía más escandaloso el ruido del tecleo. El sonido que a cualquier otra hora sería casi imperceptible se volvería como un concierto de campanas para los oídos de su esposa quien dormía (o lo intentaba) a un lado del escritorio.


Noche tras noche. Después del trabajo y los fines de semana.

“Ella pagaba de alguna manera los platos rotos de mis ganas de estudiar”, reconoce Luis Fernando Juárez quien el pasado 15 de mayo obtuvo su título como licenciado en Administración de Empresas en la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) sin moverse de Estados Unidos . A sus 45 años.


“Cuando terminé el bachillerato en San Juan del Río (Querétaro) mi mayor ilusión era seguir estudiando, pero mi familia era de bajos ingresos y yo me quedé con un sueño frustrado al emigrar”.



De alguna manera se sintió insatisfecho en Estados Unidos aunque había superado las dificultades económicas, tenía una bonita familia y sus dos hijas se encaminaban para lograr becas y créditos para la universidad.


Esos pensamientos lo asaltaban constantemente hasta un día que visitó el consulado para renovar su matrícula consular. Pasó caminó a un lado de la ventanilla de Servicios Comunitarios y Educación y un letrero grande le llamó la atención casi hasta las lágrimas.


“Estudia en la UNAM gratis y sin dejar Atlanta”, se leía.


Cuando entró a preguntar, un mundo se le vino encima: el universo del conocimiento al que él quería entrar.


Supo que, por esas fechas de 2016, la UNAM tenía ya nueve años operando como universidad a distancia, en línea. Sumaba ya algunas millas de egresados ​​tanto de licenciaturas como de bachillerato y que la mayoría de esos graduados, el 67%, vivían en los Estados Unidos.


El resto estudiaba por todas partes, por Canadá, Emiratos Árabes, Uruguay, Japón, España, Austria, Suiza, Irán y Holanda, entre otros…


“¿Por qué no hacerlo yo también?”, se preguntó.



Luis Fernando Juárez salió del consulado más animado, folletos en mano. Cuando ingresó para ver las opciones no podía creerlo: ¡22 opciones para licenciatura!


Picó en cada uno de los enlaces del sitio web para saber más de las carreras, de las materias, los retos y posibilidades. Evalúa sus tiempos de trabajo, lo que implicaría tomar la decisión y finalmente se inscribiría para la licenciatura en Administración de empresas.


picar piedra

Las cifras oficiales de la UNAM en 2021 dan cuenta de que, tras 14 años de lanzar sus programas a distancia, se graduaron de bachillerato más de 8,000 mexicanos viviendo en el extranjero; las cifras sobre los licenciados hasta 2018 documentaron 1.400 casos.


Falta la actualización de datos con los nuevos graduados. Luis Fernando Juárez comenzó en 2016 a estudiar la carrera con un curso propedeutico después de su inscripción, de entregar los documentos y ser aceptado. Terminado cinco años después por varias complicaciones con su vida personal y académica.


Estudiar en línea tiene el mismo rigor que en el modo presencial con la desventaja de que cuando hay dudas no se tiene al profesor enfrente, sino con horarios concretos y tiempo limitado. Además de los límites de ser migrante en otro país para hacer investigaciones.


“En Atlanta hay ambiente hostil en contra de inmigrantes y cuando me pedían en la clase de mercadotecnia, por ejemplo, que pidiera acceso a las compañías para ver sus operaciones, estas no querían”.


Fue tocando puertas con paciencia hasta que una de las empresas le dio acceso y así pudo ver las fallas administrativas y sugerir una solución tal y como lo pedían los académicos.


“Es muy intenso estudiar a larga distancia, hay mucha exigencia, aunque se tiene la idea de que es ‘patito’ o muy fácil”.






A la par de los estudios, Luis Fernando Juárez tuvo múltiples trabajos en Atlanta. A ratos como carpintero, un poco como jardinero, en ocasiones en la pintura de brocha gorda. Dejó de ver el fútbol aunque era su pasión, ni pensar en jugarlo ni pensar en fiestas.


Estudiar es un esfuerzo más allá de las recompensas materiales, lo tenía claro. Como padre tengo que proveer el sustento de sus hijos. Llegaba del trabajo, atendía las tareas de niños, los ires y venires de adolescentes y después se ponía frente a la computadora hasta la madrugada.


A veces se quedó dormido sobre el escritorio hasta que sonaba el despertador sonaba como recordatorio de los otros deberes.


¿Qué lo movía a esa vida de aparentes sacrificios? Un proyecto personal, quería crecer como persona al estudiar.


Al final, perfeccionar el conocimiento. “Ahora manejo las situaciones de mejor manera porque con algunas materias aprendí de desarrollo humano y sé ahora tener empatía, ponerme en los zapatos del otro”.


Otro tipo de ingresos llegaron también con los estudios: la empresa que le abrió las puertas para analizar su situación administrativa quedó tan a gusto con la solución que Luis Fernando ofreció en su proyecto para la graduación que… ¡lo contrató!


Lo que sigue para este mexicano es una temporada de descanso de la vida academica. “Fue muy agotador”, admite, como también reconoce que tiene en la mira estudiar en un futuro una maestría, sobre todo desde que su hija empezó su postgrado.


“Si ella puede… ¡yo puedo!







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